jueves, junio 24, 2010

CUANDO UN AMOR TE JODE LA VIDA

HISTORIAS REALES:
LA PRINCESA MASAKO, LA PRINCESA TRISTE.


Nacida en 1963, Masako Owada (apellido de soltera que perdió al entrar en la familia imperial) pertenece, evidentemente, a una familia de clase alta. Su padre, Hisashi Owada, era un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores que estuvo destinado en la URSS y Estados Unidos. En este segundo país Masako pasó su adolescencia y primera juventud. Estudió Ciencias Económicas en Harvard y, luego, en la prestigiosa Universidad de Tokio, la cantera de la que sale la élite del Estado japonés.

Hizo un curso de posgrado en Oxford y trabajó -con brillantez y gran dedicación, según todos los testimonios- como diplomática en el Ministerio de Asuntos Exteriores de su país. Una joven brillante con un futuro brillante.

Con veintiún años, recién conoció al príncipe real, comenzó una prometedora carrera diplomática en el Ministerio de Exteriores japonés. Por allí estaba su padre, el ex viceministro Hisashi Owada. Pero todas aquellas aventuras de pasillo y poder se paralizaron el 9 de junio de 1993, cuando ataviada con un traje nupcial de más de quince kilos de peso, dijo el sí a Naruhito.

Su historia de amor bien podía haber sido escrita por su suegra, Michiko, una emperatriz que sufrió la rigidez de la Corte japonesa pero que halló en la literatura una vía de escape. La historia de amor entre los futuros herederos de Japón podría empezar así: "Naruhito y Masako se conocieron acunados por los acordes de Mozart y rodeados por los lienzos de Goya. Asistió a su primer encuentro, una infanta de un antiguo Reino de nombre España..." Tal fue la primera vez que Naruhito fijó sus ojos en la que, siete años después, se convertiría en su esposa.

Él era un Príncipe amante del estudio. Ella había hecho del estudio su forma de vida. Se encontraron y hubieron de superar muchos obstáculos hasta que al fin, la familia de Masako dio el sí.

Este sí implicaba una renuncia y un reto. La renuncia: una vertiginosa carrera diplomática y, por qué no, política, de una joven muy inteligente. El reto: convertirse en princesa heredera de una Monarquía con más de 1.400 años de antigüedad. Y hacerlo conjugando los aspectos más tradicionales con unos aires nuevos provenientes de los nuevos tiempos. En Masako se unían ambas corrientes: tenía una educación eminentemente occidental y, sin embargo, era muy respetuosa con las tradiciones de sus mayores.

Tras la boda, la espera de millones de japoneses que querían ver a su princesa embarazada, y de varón a ser posible. Ella, ante la insistencia de los medios, trató de ser suave, sin olvidar el ingenio: "La cigüeña es un pájaro tímido y no se la debe molestar". Pero la timidez del ave no fue disculpa suficiente. Y la prensa continuaba ejerciendo presión sobre una princesa cautiva (desde su boda, pocas veces ha salido de su residencia, un palacio, por cierto, atendido por un servicio de 1.200 personas).

En diciembre de 1999 el país vivió la noticia de un aborto espontáneo de Masako como una auténtica tragedia nacional. La presión sobre la joven cada vez era más agobiante. Sin embargo, el 15 de mayo de 2001 la Casa Imperial dio un nuevo aviso que hizo respirar a un pueblo fiel a sus tradiciones: la princesa estaba embarazada de nuevo.

Finalmente el 1 de diciembre del 2001 nació su primera y única hija, la princesa Aiko que al ser una niña no aplica para ser heredera del trono. La presión para tener un hijo varón por parte de la corte japonesa y la noticia del nacimiento del hijo varón del hermano menor de Naruhito la han sumido en una profunda depresión desde hace 6 años que la imposibilita de acompañar a su marido en los eventos oficiales internacionales. Aunque se sabe que el que es estéril es el príncipe heredero Naruhito, aseguran que esas depresiones de la princesa Masako son ocasionadas por las altas dosis de hormonas por los exhaustivos procedimientos de fertilización a los que la princesa se ha sometido por años.

Hoy en día Masako a sus 46 años, esta recluida en una habitación del palacio real de Japón, tratada con medicamentos para controlar su profunda depresión y vigilada por guardias para evitar que ella se suicide.

Es muy triste ver como una mujer preparada, que sus padres invirtieron tanto dinero en su formación académica haya tirado todo a la basura por un amor.

A veces el amor jode nuestras vidas y de que manera.

Fuente: http://www.periodistadigital.com

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